Desde 1994, cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, fecha impulsada por la Federación Mundial para la Salud Mental con el objetivo de visibilizar las múltiples dolencias que afectan a nuestro bienestar emocional, así como fomentar la prevención y divulgación para superar tanto los prejuicios como el silencio que rodean a los pacientes de este tipo de patologías. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que apoya desde su puesta en marcha esta efeméride, advierte de forma cíclica del agravamiento de los cuadros clínicos que se registra en las personas que sufren algún tipo de enfermedad de esta naturaleza por culpa del llamado estigma social.
¿Qué es el estigma social?
El sociólogo canadiense Erving Goffman acuñó el término en 1963 en su obra Estigma, en el que precisa la noción sociológica del término al definirlo como un atributo intrínseco o asignado de forma arbitraria a un grupo menospreciado por el colectivo, que apoya su devaluación en una serie de conceptos sesgados, ideas preconcebidas, prejuicios, el miedo o la simple ignorancia.
En el caso de las personas afectadas con algún problema de salud mental, produce un doble sufrimiento; ya que deben lidiar con su trastorno y con los efectos provocados por el estigma asociado a su enfermedad. Este proceso social afecta a todas las dolencias, independientemente de la frecuencia con la que ésta se pueda dar y tiene unas claras consecuencias en el diagnostico, tratamiento y curación de los pacientes/as.
Si nos fijamos en el caso de la depresión, la propia Organización Mundial de la Salud alerta de su gran impacto en el conjunto de la humanidad. Las cifras indican que cerca de 300 millones de personas la padecen en el mundo de forma anual, que cerca de 800.000 acaban en suicidio al no recibir ni un diagnóstico a tiempo ni un tratamiento adecuado o que es la segunda causa global de muerte entre los 14 y 29 años. Si nos centramos en España, la OMS sitúa en 2,4 millones de personas las que están en la actualidad atravesando algún tipo de cuadro depresivo.
A pesar de la rotundidad de los datos de la que es la enfermedad mental más frecuente, hay encuestas que sitúan alrededor del 50% la ciudadanía que considera que es una patología que se puede fingir. Además, un 49% juzga que se produce únicamente en personas de carácter débil y un 14% niega que la depresión exista como una enfermedad. Estos datos demuestran una visión frívola de la depresión, así como de sus síntomas más habituales: la tristeza, la abulia, la reiteración de los pensamientos negativos, la culpa, la irritabilidad o la ansiedad.
Efectos nocivos del estigma
Los prejuicios colectivos repercuten de forma individual en todos/as los/as pacientes que sufren, sufrirán e incluso que ya han sufrido un problema de salud mental. Principalmente, podemos fijarnos en los siguientes efectos nocivos que nos podemos llegar a autoinducir por la presión social:
–Incapacidad de detectar y valorar los síntomas, así como la negación de los mismos, achancando su aparición a simples cambios de humor que pasarán sin más.
-Resistencia a buscar ayuda o tratamiento. El estigma acaba derivando en una barrera para recibir el necesario tratamiento, atrasando el diagnostico y agudizando los cuadros clínicos.
–Vergüenza, culpa o remordimientos. Las personas que padecen este tipo de problemas de salud mental se autoinfligen un sufrimiento al considerarse débiles e incapaces de superar dificultades
–Incomprensión por parte del ámbito familiar, laboral o social; que invita a la ocultación, el disimulo o la negación de los síntomas y de la enfermedad.
-Autocensura, reducción de oportunidades laborales y la creencia de que hay ámbitos vitales a los que no se puede acceder, además de considerarse incapaces de enfrentarse a desafíos, metas u oportunidades.
Identificación, síntomas, comunicación
Para reducir el estigma y minimizar sus efectos, hay una serie de líneas que debemos tener en cuenta en nuestro día a día:
-No debemos considerar los problemas de salud mental como patologías que sólo padecen terceros, sino aceptar la posibilidad de que cualquiera de nosotros/as o de nuestro entorno familiar y/o social puede desarrollarlos en algún momento.
–Evitar la identificación de la persona con la enfermedad. Una persona no se define por los trastornos de la salud que sufra, de modo que no nos podemos referir a alguien siguiendo la lógica de la parte por el todo.
–No ignorar los síntomas. Del mismo modo que alguien no ignora de forma constante un determinado dolor, la persistencia de los síntomas es una señal de alarma. En el caso de la depresión u otro tipo de afecciones de salud mental, no debemos ignorar las distintas señales que se reproducen a lo largo del tiempo.
-Hablar, comunicarse, compartir. Obviar lo que te sucede no es buena estrategia ante los problemas de salud. Comparte cómo te sientes y qué te pasa con tu entorno, evitando así asilarte y guardar un silencio que solo alimenta la espiral del miedo, desconocimiento y/o vergüenza.
-Si ya superaste algún tipo de dolencia mental o convives con una enfermedad cronificada, habla sin repartos de lo que te sucede, para reducir el silencio y el estigma. Puedes ayudar a otras personas de tu entorno.
–Pide ayuda, busca tratamiento. Como con cualquier otra patología, no dudes en consultar con tu médico/a de los síntomas que estás viviendo y en recurrir a especialistas que den tanto como el diagnóstico acertado como con el tratamiento necesario.
En Todosaúde, contamos con las especialidades de psiquiatría y psicología para cuidar de tu bienestar emocional. La doctora Cecilia Blanco se encarga de la salud mental y de mejorar la calidad de vida de niños/as y adultos. Además, contamos también con la disciplina de psicología al cargo de Laura López López y María Pouso Ríos, que ofrecen evaluación, comprensión y tratamiento adaptados a la situación de cada persona para superar los diferentes problemas en el ámbito social, en el familiar y en el laboral.